Hablar
a los más pequeños y no fracasar en el intento, es una de las tareas más
difíciles a las que un orador puede enfrentarse. Si eres profesor y lo vives
cada día sabrás que no miento.
1. Se breve y claro
Recuerda
a quién hablas, cuanto más claro y conciso mejor. Es usual que los
profesores en la inmensidad de nuestro ego nos adornemos con explicaciones
preciosistas, pero a mí, que soy un niño:” ¿qué me estas contando?
Profesor no entiendo lo que estás diciendo.”
La
capacidad de comprensión de un niño no es la misma que la de un mayor, adapta
tu discurso a ellos, porque ellos no pueden adaptarse a ti para entenderte.
2. Contacto visual
No
pierdas de vista a tus alumnos, si lo haces ellos perderán la atención.
Si
hablamos mirando al libro, a la pizarra, al suelo, a las mesas incluso a
aquella grieta del techo del aula que hay que reparar, no conectaremos con
nuestros alumnos. Mira a tu público, reparte la mirada entre sus ojos.
Inclúyelos en tu discurso. No olvides porque estás ahí. Estás hablando
por y para ellos.
3. Aprovecha el silencio, ¿vale?
Cuando
escuchamos una frase que acaba con un silencio de varios segundos, nuestras
alarmas se encienden: “eh, cuidado, ha
dicho algo importante”, y a partir de ahí reflexionamos sobre esa última frase
seguida de un silencio. Sin embargo, en muchas ocasiones, los profesores
acabamos, con un “ vale?” , “ ok?” , “entendido?” y muchas más muletillas
inútiles que tantas veces has oído. Se te pueden escapar alguna vez, no pasa
nada, pero si lo haces continuamente tras finalizar las frases importantes, tu
mensaje perderá fuerza.
4. Yo digo “¿vale?” para saber si lo
han entendido
No
me engañes, tú sabes lo que están pensando tus alumnos solo con ver sus caras.
Como nos cuenta Gonzalo Álvarez, los rostros son el barómetro del
interés de nuestro público.
Si
tenemos en cuenta la reacción de la audiencia nos permitirá ajustar nuestra
actuación. Explicar
conceptos que sabes que no han quedado claros desde un punto de vista distinto,
hablar más despacio, cambiar tu lenguaje por uno más sencillo, etc.
5. Sube y baja el volumen
No
hables en voz alta, ni hables en voz baja, al menos todo el rato. El volumen de
tu voz modifica tu mensaje, y como supongo que tu mensaje no es siempre el
mismo, ¿no debería ir cambiando el volumen de tu voz según el momento? Los cambios
en la voz dan distintos matices a tu mensaje, por el contrario si
tu voz es siempre igual acabarás por aburrir.
Varía
el volumen de tu voz durante tus clases. Por ejemplo usa un volumen bajo,
cercano al susurro, para provocar curiosidad o uno más alto para enfatizar lo más
importante. Prueba, experimenta con tu voz y observa a tu audiencia, ¿qué te da
a ti mejor resultado?
6. Escucha si quieres aprender
Como
nos dice Javier Megias Podemos aprender y mucho de los más
pequeños. Recuerda que eres profesor, no un monologuista durante una
hora de clase. Imagina que tienes 8 años y que un profesor habla durante
una hora sobre un tema que te interesa poco y que no entiendes demasiado, ¿no
desconectarías tras unos minutos? Déjales participar, provoca que participen,
que se sientan protagonistas, tus alumnos pueden aportar mucho a tus
clases.
7. Si yo quiero que hablen, pero se
quedan callados
Lo
sé. Pero háblales de algo que les guste y no podrás hacerlos callar. Como
dice Ken Bain, en
su libro lo que hacen los mejores profesores
universitarios, los
mejores profesores provocan que sus alumnos hablen. Relaciona
el tema con algo más apetecible. No significa que esto se convierta en el patio
de recreo, pero intercalar la participación de los alumnos sobre alguna
cuestión que les interese, durante la clase no hará que pierdas tiempo, si no
que ganes aprendizajes tú, los conocerás mejor, y tus alumnos al compartir lo
que piensan.
Cuidado
al corregir las contestaciones de los alumnos.
Los niños son muy sensibles y si les hacemos pensar que lo han hecho muy mal,
es posible que minemos su confianza y no vuelvan a intentarlo. Si su respuesta
es errónea no podemos “castigarlo” diciéndole lo mal que lo ha hecho. Mejor indícales
que se puede mejorar esa respuesta, pero felicítalos por el intento. Apoya su
esfuerzo.
Confía en los más pequeños, al fin y al cabo, son los dueños del futuro.
¿Y tú? ¿Cómo hablas a tus estudiantes? ¿Cuáles
son tus trucos para “enganchar” a los más pequeños?
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